Posiblemente estamos atravesando por uno de los ciclos económicos más retadores para los hacedores de política monetaria. La inflación es el “cuco” de los bancos centrales, ya que le quita poder de compra a la población y, por ende, afecta el empleo y la generación de divisas. Un proceso continuo de inflación afecta la planificación de las empresas y las familias. Cuando hay expectativas de que los precios suban, ocurre prácticamente una corrida de parte de los consumidores para comprar hoy lo que mañana podría estar más caro, convirtiéndose esto en un círculo vicioso que a la larga afecta a todo el mercado.
Los bancos centrales, cuya misión es, ante todo, mantener a raya los precios y así garantizar que la gente pueda consumir, adoptan una serie de medidas de política monetaria con miras a conseguir su meta de inflación. El tema está en que a veces la subida de precios se da por factores exógenos, es decir, ajenos a razones internas. Esto, por supuesto, limita el impacto que podría tener la política monetaria en el freno de la inflación.
Los bancos centrales, como primera fórmula para frenar el medio circulante (o expandirlo si fuera el caso) acuden a la tasa de política monetaria como una fórmula que “funciona” adecuadamente o influye en los precios.
Sin embargo, en estos días hemos visto que haber subido la tasa de política monetaria no ha sido suficiente, pues la inflación importada ha sido tan alta que cualquier decisión interna queda opacada.
Las tasas de interés, de todos modos, ha sido una opción efectiva para frenar o controlar la inflación. Estados Unidos lo puso en práctica a mediados de los 70 cuando se generó la crisis de precios producto del shock petrolero. A partir de ahí hay prácticamente un consenso en que la inflación es un fenómeno monetario, sin dejar de tomar en cuenta que podrían influir otros factores.
Un conflicto bélico, por ejemplo, es una variable a considerar por los efectos que tiene en la oferta de materia prima para la producción de bienes y servicios de consumo masivo. La pandemia, por ejemplo, generó un problema de cierre de industrias y de transporte, lo que encareció el costo de todo. Esto se transfirió al consumidor final.
¿Pudo esto resolverse con restringir el medio circulante? Lo más probable es que no, ya que no es producto de un exceso de liquidez, sino algo que escapaba a las decisiones de las autoridades monetarias.
Lo que sí pueden hacer los bancos centrales, desde su posición y posibilidad de soltar dinero para que la gente gaste, es hacer frente a la caída del consumo, aunque luego estas medidas generen “inflación monetaria”.
Me explico: para mantener un mínimo de consumo, tras el freno de la economía y pérdida de empleos, los bancos centrales aplicaron una política monetaria laxa que luego generó inflación, ya que hubo un exceso de dinero en poder de la gente y luego fue necesario recogerlo subiendo los tipos de interés.
Fuente: Jairon Severino, El Dinero